sábado, 8 de enero de 2011

historieta


El cristianismo.

El cristianismo es una religión monoteísta de orígenes semíticos que se basa en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como su fundador y figura central. Sus seguidores creen que Jesús es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento, que murió para la redención de los pecados del género humano, y que resucitó tres días después de su muerte.
La palabra "cristianismo" proviene del griego χριστιανός, christianós, cristiano, la cual a su vez proviene del nombre propio Χριστός, Christós, Cristo, traducción del hebreo "Mesías" que significa "Ungido". El origen del término se indica en el libro de Hechos de los Apóstoles.
El cristianismo no es una filosofía sino una religión que marcó una revolución en la ética, al introducir una concepción religiosa de lo bueno en el pensamiento occidental. Según la idea cristiana una persona es dependiente por entero de Dios y no puede alcanzar la bondad por medio de la voluntad o de la inteligencia, sino tan sólo con la ayuda de la gracia de Dios. La primera idea ética cristiana descansa en la regla de oro: "Lo que quieras que los hombres te hagan a ti, házselo a ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de amar al prójimo como a uno mismo (Lev. 19,18) e incluso a los enemigos (Mt. 5,44), y en las palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,21). Jesús creía que el principal significado de la ley judía descansa en el mandamiento "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc. 10,27).

El cristianismo primigenio realzó como virtudes el ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, el amor no erótico, que los filósofos clásicos de Grecia y Roma apenas habían considerado importantes.
Aristóteles el ser humano es un ser racional que aspira a la felicidad, este es su fin último, que consigue en la medida que realiza con excelencia las funciones propias de su naturaleza. Santo Tomás recoge este argumento y lo adecua a las exigencias de la fe: el hombre es una creación de Dios y, por consiguiente, Dios se convierte en el fin último, en el supremo bien para el hombre. Toda la vida humana debe orientarse hacia Dios, hasta poder contemplarlo en la otra vida. En esta contemplación divina alcanzará el hombre la felicidad. La verdadera felicidad está en Dios y para conseguirla el alma debe purificarse para alcanzar la perfección que le conduzca a la contemplación divina.
Si queremos alcanzar el objetivo final, la contemplación de Dios, debemos hacer el bien y evitar el mal. Y esto se concreta en una serie de normas que de hecho son los diez mandamientos (honrarás a Dios, a los padres, no matarás, no tendrás relaciones sexuales ilícitas, etc). Ser virtuoso consiste en cumplir los mandamientos y estos deben cumplirse para alcanzar la verdadera felicidad en la vida eterna.
En el caso de la moral cristiana la desobediencia del mandato divino es un pecado y la consecuencia no es el no alcanzar la felicidad, siempre según la falible opinión de algún filósofo, sino la garantía divina de la condenación eterna. No es de extrañar que haya más cristianos que aristotélicos o epicúreos.
En el caso de la moral cristiana la desobediencia del mandato divino es un pecado y la consecuencia no es el no alcanzar la felicidad, siempre según la falible opinión de algún filósofo, sino la garantía divina de la condenación eterna. No es de extrañar que haya más cristianos que aristotélicos o epicúreos.